Estoy en la estación de tren de Atoche-Renfe, regresando a casa después de unas intensas jornadas de conferencias públicas en Zaragoza y Madrid, donde he realizado breves inducciones hipnóticas.
Dos amables jóvenes, él y ella, se acercan y me saludan. Son músicos y asistieron la noche anterior en el Centro Espíritas madrileño a mi exposición sobre usos terapéuticos de la hipnosis. A ellos también les interesa este fascinante mundo de la mente, la psicología, es decir, la hipnosis. Charlamos sobre esa charla en Madrid.
Fue una conferencia que inicié con una introducción sobre las regresiones a supuestas vidas pasadas y algunas explicaciones que incluyeron datos científicos-psicológicos. Con la finalidad de hacer alguna demostración de hipnosis práctica, respondiendo a la petición de algunos presentes en la charla, pedí algún voluntario que “se dejara” hipnotizar.
Ya he aclarado y repetido infinidad de veces que la hipnosis es auto-hipnosis, que nadie es hipnotizado en contra de su voluntad y que yo, personalmente, jamás fuerzo un trance si la persona ofrece resistencia, si a última hora se echa atrás de su supuesto acto voluntario para ser hipnotizado.
Si forzara a alguien entrar en un trance hipnótico (usando “triquiñuelas” que los profesionales suelen usar) sería un acto para hacer resaltar el ego del hipnotizador y me desviaría de la visión terapéutica.
En esta charla-coloquio se trataba de desmitificar la hipnosis, especialmente la hipnosis regresiva. Y por supuesto, hablar de la acción terapéutica de la misma.
Si se pretende hipnotizar a alguien (con un montón de personas desconocidas observando) y que, además, profundice en su memoria para recordar “supuestas vidas anteriores” siendo la primera vez que es “sometido al trance”, se corre el riesgo de que ese intento resulte fallido.
Salvo que esté preparado o la persona sea muy sugestionable o capaz de “inventarse” vidas pasadas.
Antes y a través de un audiovisual, proyecté el caso de una persona muchas veces hipnotizada por mí, de nombre Elena, con la que he realizado incluso varias sesiones de radio y TV con el Dr. Fernando Jiménez del Oso, con demostraciones hipnóticas de experiencias intra-uterinas, recuerdos de vidas pasadas y otros fenómenos hipnóticos.
Me gustaría resaltar algo interesante desde un punto de vista psicológico… me refiero a las contradicciones de nuestra psique: yo pedí un voluntario y una señora respondió rápidamente y se ofreció como tal. Es decir, supuestamente quería ser hipnotizada.
Nadie la obligaba ni forzaba a nada. Se suponía que era su voluntad. Se suponía que su mente consciente era la que le lleva a dar ese paso y ofrecerse para la experiencia hipnótica.
Pues bien, en cuanto inicié las “maniobras” técnicas para el trance y posterior regresión, empezó a tensarse y a ofrecer resistencia…
Típico y lógico en estos menesteres hipnóticos. Nada que no se sepa.
Continué con la metodología hipnótica habitual: desviación de la atención, fijación en algún punto interno o externo, palabras de confusión, palabras sugestivas de tranquilidad, relajación y confianza, etc., tratando de generar confianza en esa mujer para que aflojara sus miedos y resistencias a abandonarse…
Yo percibía que ella estaba atravesando instantes de conflicto interno, porque parecía que se iba a dejarse llevar pero, de repente, abrió los ojos con las pupilas dilatadas y la mirada un tanto pedida (síntomas de que el trance se estaba iniciando…).
El conflicto interno en esa mujer era fuerte… procedí con paciencia, seguí hablando y distrayendo su atención consciente y, en un momento, me dijo que el corazón le latía a mil por hora. Tenía miedo, angustia y, por lo tanto, seguir forzando hubiera sido estúpido por mi parte. Mal profesional sería si, en aras de resaltar mi ego, hubiera insistido o forzado el estado hipnótico.
Procedí con un modelado naturalista o Ericksoniano. Le di la opción de que fuera su mente inconsciente (si es apropiado para ella, si es conveniente y es bueno…) la que le permita entrar en estado hipnótico. Elevé su brazo, procedimiento que en el contexto terapéutico da resultados extraordinarios, porque suele resolver la resistencia con facilidad. Y así le hablé directamente para que fuera opción de ella:
“si el brazo sea mantiene arriba, no entras… si desciende es porque tu mente inconsciente considera que es conveniente ahora para ti…”
Finalmente, vi que decidió no seguir. Luego se disculpó varias veces pero no tenía por qué disculparse.
Por mi parte, no podía hacer otra cosa que continuar con tranquilidad. Di la opción a esa persona para decidir y no la forcé. Respeto, ante todo, porque era ella la que en principio quería pasar por esa experiencia y también era ella la que se bloqueó.
Es una mujer a la que no conozco.
No tengo interés personal alguno en hipnotizarla y no pretendo demostrar nada: ni “poderes mentales, ni poder de voluntad”.
Este episodio fue una demostración práctica de lo que tantas veces he explicado: nadie es hipnotizado en contra de su voluntad, la hipnosis es auto-hipnosis. Nadie hipnotiza a nadie en contra de su voluntad.
Las personas estamos divididos, mientras una parte de nosotros mismos, “consciente”, dice que quiere “tal cosa, ser hipnotizada”, otra parte interna también (inconsciente) dice, “ahora no quiero eso” y finalmente otra tercera parte hace cualquier cosa distinta de la una y de la otra.
Aclaro, para los que se estén iniciando en estos menesteres de la hipnoterapia y PNL como estrategias terapéuticas, que si esta experiencia se da durante un proceso de psicoterapia, es precisamente esa “resistencia” la que se utiliza como elemento iniciador a un trance profundo. Simplemente negociando con ella y satisfaciendo las intenciones protectoras de la misma (no puedo extenderme en este aspectos por su importancia y porque no es éste el marco indicado, los expertos en PNL saben de qué hablo).
Esto es lo que mantiene mi interés en la hipnosis, esto hace que el estudio de la psicología me parezca dar un significado a mi vida: no hay formula mágicas, no hay varitas mágicas, cada persona es un mundo y depende de su idiosincrasia la experiencia hipnótica. Hay miedos y complejos, hay caos y confusión, contradicciones y resistencia que intentan proteger, miedos inconscientes que ni uno mismo sabe de su existencia…
Nada, no nos conocemos nada, no tenemos voluntad propia, somos robot programados, perdidos en la soledad de nuestro ego plural y por tanto fraccionado… ¡qué bueno! Así tenemos toda una vida para investigar.
¿Quién soy yo? ¿Qué hago en este universo de sensaciones, emociones y pensamientos? ¿He nacido por algo y para algo? ¿Qué sentido tiene mi existencia? En eso estoy, y por eso estoy en la hipnosis.
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