Sobre la reencarnación (I)



Como ya os he anunciado, los próximos 4, 5 y 6 de septiembre realizaré en Villarrobledo (Albacete) un Taller sobre Regresiones a Vidas Pasadas y sus Usos Terapéuticos y, a modo de preparación, iré publicando en este blog una serie de reflexiones sobre el fenómeno de la reencarnación (por cierto, impartiré un taller muy similar a finales de agosto en Canarias).

Ciertamente, mucha gente vive altos niveles de bienestar, esto hace que los sentidos estén embotados en falsos sentimientos de seguridad, todo lo cual atrofia la psique y condiciona las aptitudes para profundizar en el conocimiento de las imágenes que mueven y regulan nuestra existencia. Imágenes, creencias, fantasías y mitos, metáforas, sueños y mitomanías, delirios de grandeza, invenciones de ideas que se presentan como fórmulas cuasi-mágicas para sanar y curar el alma y el cuerpo.
¡Nada! Todo es mente, fantasías y mentiras que nos contamos a nosotros mismos. Estamos muy lejos de la realidad. Esas imágenes regulan y mueven nuestra existencia.
“Creemos ser lo que pensamos que somos y no lo que realmente somos”.
Según piensa, así el hombre es. Sin embargo la mayoría de la gente suspira por encontrar medios, técnicas o sistemas que nos permitan disipar las nubes de la ignorancia. Existen formas o sistemas de vida obsoletos. Estamos socialmente y estrechamente vinculados a modelos de vida que tal vez hayan dejado ya de sernos útiles. El materialismo y su escala de valores basados en el “dios materia”, nos conducen por la senda egocéntrica que parecen hacer estragos dentro de nosotros mismos.
Todo lo que nos hacemos a nosotros mismos se lo hacemos al planeta. Los valores éticos, morales y espirituales son reemplazados por el poder, el dinero, la llamada “ciencia” y sus paradigmas materialistas alejan cada vez más al hombre de sus orígenes. Los autodenominados “sanadores” son en la mayoría de las veces “alucinados” que se crean (y creen) sus propios paraísos o jardines dionisíacos donde ellos son seres de luz y están más allá de las miserias humanas. Se buscan “socios” cómplices para llevar a cabo sus artes dramatúrgicas y de repente se colocan en el lado del que ellos llaman cariñosamente “espíritu santo”; entonces, con semejante socio curandero o sanador, se acaban los problemas físicos o psicológicos.
Otros son más honestos y directamente son ingresados en el psiquiátrico pertinente. Si estaba medio loco, allí con la moderna psiquiatría termina por abrazar la locura total y además sin solución posible. La medicina oficial bien representada por muchos facultativos, psiquiatras y semejantes clínicos, se ocupan del cuerpo y se olvidan de lo que da vida al soma. Así, muchos se convierten en verdaderos mercenarios de las pastillas, fármacos y demás drogas que fabrican por toneladas los que verdaderamente marcan los paradigmas clínicos; las multinacionales farmacéuticas.
A la medicina en general le importa un comino la salud y la felicidad del ser humano. Afortunadamente hay excepciones. Este estado de cosas está dando origen a crisis que están obligando a individuos, grupos y naciones a poner en tela de juicio viejos presupuestos, modelos y estructuras y adoptar una distinta perspectiva para intentar resolver los eternos problemas con que nos enfrentamos.
Ya nos vino a advertir en su día Ilya Prigogine, Premio Nobel en 1977 por su teoría de las transformaciones, que atravesamos quizá un momento crucial en que las tensiones y conflictos de nuestro tiempo pueden empujarnos hacia un orden nuevo y superior.
El tema de la reencarnación, lo que su estudio abarca es demasiado serio como para tratar de resumirlo en una entrada breve en este blog. Probablemente sea una de las cosas o enigmas más importantes y necesarios a estudiar y resolver por la psique humana.
Repito: es una de las creencias más antiguas de la humanidad.
Pensemos un momento en los enterramientos antiguos:
Una vez arreglado el cuerpo, se colocaba en un ataúd de madera y acompañado con un cortejo fúnebre compuesto por familiares y amigos era enterrado en una fosa, cista o cámara sepulcral. El ataúd se colocaba con la cabeza mirando al este y los pies al oeste, disposición relacionada con la luz solar que nace todos los días por levante y se mete por poniente, lo que corresponde a la idea del eterno retorno y la inmortalidad de las almas.

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