En la anterior entrada de este blog os había hablado de la relación de los pensamientos y las emociones con la parte física de nuestro ser. Os contaba que tener buenos pensamientos y buenas emociones es el camino más directo para el bienestar físico, algo demostrado científicamente.
Quiero seguir ahora con esta premisa, porque de igual forma que esa relación cuerpo mente es una potentísima herramienta positiva en nuestras vidas, también lo puede ser en sentido negativo.
Una enfermedad no es simplemente un problema físico, sino más bien un problema de toda la persona, la cual comprende al cuerpo, pero también a la mente y las emociones.
Y, claro está, habrá que tener muy en cuenta los estados mentales y emocionales, tanto en la susceptibilidad a la enfermedad, como en la recuperación de la misma. Autores como Bernie Siegel y Carl Simonton ya lo han tenido en cuenta, por nombrar algunos de los más conocidos en el mundo de la oncología.
El cuerpo tiene una sabiduría innata que lo lleva a buscar un equilibrio: la salud. La salud depende del equilibrio y la armonía interior y exterior.
Curar no siempre es posible, pero sí lo es sanar. Porque curar tiene que ver más con el cuerpo, mientras que el sanar se relaciona con lo emocional y lo espiritual.
En este sentido, las investigaciones del Dr. Simonton (entre otros clínicos) nos dicen que, en el caso del cáncer, éste suele ser una indicación de problemas y conflictos que están conformando la vida de un individuo. Este investigador señala que estos problemas presentes se suelen agravar o se complican por un conjunto de tensiones y estados de alto estrés, de seis a veinte meses antes de la aparición del proceso canceroso.
En estos casos, el paciente suele responder de forma típica ante estos problemas estresantes, tanto física como emocionalmente: profundo sentimiento de desesperanza, angustia, entrega y rendición. Un pensamiento terrible hace nido en la mente… cáncer = muerte.
Dicho de otro modo, estos oncólogos plantean que esta respuesta emocional negativa dispara a su vez un conjunto de respuestas fisiológicas que suprimen las defensas del cuerpo y hacen más vulnerable al organismo a la producción de células anormales.
Sin entrar en debates sobre los detalles científicos de estos planteamientos, lo que dicen estos investigadores lo he experimentado en mi gabinete con muchos pacientes. Es decir, cuando un paciente ha estimulado el pensamiento y las emociones positivas sus procesos curativos se han visto amplificados.
Esto también conlleva que si el paciente se implica en su proceso de sanación, algo que también es su responsabilidad, aquél mejora. Y esto exige no ponerlo todo en manos ajenas, expertas casi seguro, pero ajenas al fin y al cabo.
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