Steve Lipofsky Basketballphoto.com |
Quiero
contar hoy en este blog, paciente lector, uno de los casos que con más cariño
recuerdo de todos cuantos han pasado por mi consulta. El protagonista fue
un niño de 9 años.
Era
un chaval alto y vigoroso, algo inquieto y muy rebelde. Vino a la consulta
acompañado por su madre, casi forzado.
Por
cierto, que hace muchos años que no sé de aquel jovenzuelo, que ahora será todo
un hombre. ¿Qué habrá sido de él? Ojala y de todo corazón deseo que sea una
persona feliz.
En fin,
que cuando tenía nueve años llegó a mi consulta con su madre por un asunto que
le tenía tremendamente avergonzado. En sus esquemas mentales, esa visita a la
consulta era una humillación pública a la que le sometía su madre
gratuitamente.
El
caso es que este chaval se hacía pis en la cama. Lo que técnicamente se conoce
como enuresis. Yo entonces no lo sabía, pero la figura del mejor jugador de la
historia del baloncesto me iba a ayudar a acabar con este problema.
Este
niño no podía ir a dormir a casa de sus amigos porque alguna vez que lo había
hecho ya había pasado el mal rato de levantarse con la cama totalmente mojada.
Y, para mayor vergüenza, la historia de su incontinencia la conocía todo el
colegio.
No
hace falta que incida en el trauma y los complejos que aquel chaval
sobrellevaba a cuestas.
Con
ese historial llegaba a la consulta forzado por su madre, a que también
conociera su vergonzoso problema un psicólogo extraño, porque así me
consideraba él.
- ¡Para
que también se ría de mí!
Decía protestando,
evidentemente furioso y con ganas de sacudirme o salir corriendo.
- ¿Por
qué no lo has llevado donde un verdadero psicólogo especialista en este
problema? –le pregunté a la madre–.
Le
indiqué a la madre que era preferible que le tratara un clínico especialista en
problemas infantiles y, sobre todo, como es obvio, en enuresis. Le aclaré que
yo no era ni psicólogo, ni especialista en este problema cuya base podría ser algún
problema o trauma de tipo emocional, o cualquier otro trastorno… quizá una
especie de regresión a la etapa infantil, ya que había otro retoño en la familia casi recién
nacido y eran evidentes los típicos celos ante la llegada al hogar de un nuevo
hermanito.
- Si
lo he llevado –me dijo la madre–, pero no ha dado resultado, era
demasiado conductista y…prefiero que seas tú con la hipnosis.
También
le advertí de que era muy joven para hacerle una inducción hipnótica, a lo que
se sumaba que él no quería ser hipnotizado, puesto que ni siquiera quería que
le ayudara “como psicólogo”.
- Siente
vergüenza de hacerse pis en la cama y sobre todo de que tú lo hayas traído aquí
para que un extraño adulto lo sepa, igual que los demás chicos en el colegio –añadí–.
- No
sé qué hacer, –me contestó ella–, está muy rebelde, no quiere ir al colegio y
nos lleva la contraria en todo.
Llegados
a este punto decidí probar con una posible solución. Pedí a la madre que
saliera de la consulta y me dejara a solas con su hijo.
Cuando
nos quedamos a solas le hable con toda franqueza:
- Mira,
no tengo ningún interés en hacer que tú hagas nada que no quieras hacer. Por mí
puedes seguir rebelándote contra todos y contra todo porque, al fin y al cabo,
es tu problema. Es a ti a quien le amargan la vida y, mientras sigas siendo un
niño, estás bajo la autoridad de tus mayores. Pero vamos, que debes tener
muy claro que lo tienes difícil y que tu rebeldía es inútil porque tienes todas
las de perder.
- Ya
no soy un niño, ¡soy mayor... ! –replico con rabia– y no me pueden tratar como
si tuviera 5 años.
- Bueno,
no creo que seas tan mayor porque me han dicho que no te haces la cama todavía,
ni te preparas el desayuno, ni te preparas tú sólo la comida, ni ganas dinero,
ni sacas adelante tus tareas escolares…
A
medida que le enumeraba lo que supuestamente debería hacer el adulto que él
pretendía ser, su rostro se fue transformando, poniéndose triste, enojado.
Mirando a ratos hacia la pared y a ratos desafiándome con la mirada.
Antes
de que pudiera reaccionar le confesé algo, bajando la voz con un tono de cierta
complicidad:
- Yo
entiendo lo que te pasa mejor que nadie, mejor de lo que tú te imaginas. Sí, de
verdad. A mí, de jovencito como tú, me pasaba lo mismo.
Cuando
le dije esto, se quedó sorprendido. Me miró fijamente y agachó la cabeza.
- Mírame
fijamente –le dije–.¿Me prometes no contar a nadie lo que te voy a confesar, ni
tan siquiera a tu madre, me lo prometes?
- Sí,
se lo prometo –contestó con cierto tono de complicidad–.
- Sé
que lo pasas muy mal y que da mucha rabia –le empecé a explicar, cambiando
intencionadamente la palabra vergüenza por la de rabia–. A mí me pasaba igual. Además
me pasaba algo que me da dolor y rabia recordar. Lo pasaba fatal…
El
chaval me miraba expectante mientras yo guardaba unos segundos de silencio.
- Cuando
yo tenía más o menos tu edad vivía con mis abuelos. Mi abuela, que era muy
dura, a la antigua usanza, cuando yo me hacia pis en la cama me cogía por
el pescuezo y me restregaba la cara sobe las sabanas mojadas por el pis,
diciéndome que era un niño guarro y no sé cuántas cosas más. Me quedaba
aterrorizado, asustado y con una rabia tremenda, pero todo el día escondido
para no encontrarme con mi abuela.
Me
escuchaba con los ojos abiertos de par en par y sin decir ni palabra. Quizá
pensó que “el psicólogo” estaba realmente peor que él. Continué:
- Sí,
te comprendo totalmente. Por eso sé que lo estas pasando mal. Por cierto ¿qué
deporte te gusta?
Algo
sorprendido por la pregunta, tardó en contestar. Pero logré cambiarle el foco
de su atención y avancé en la terapia.
- ¿Fútbol? –le pregunté–.
- No,
me gusta el baloncesto.
- ¿Algún
jugador en especial?
Me
contó que tenía varios poster en su habitación y que lo que más
le gustaría en la vida es llegar algún día a jugar como él. Le animé a que me
contara más cosas, para que olvidara durante ese tiempo su enuresis. La verdad
es que me dio una lección magistral de este norteamericano, leyenda
vida del baloncesto.
- Trata
de evocar algún partido que hayas visto de Michael Jordan –le pedí–. Hazlo como
si lo estuvieras viendo ahora mismo. Entra en esas imágenes, en esas
sensaciones, los sonidos. Siente ahora que estás dentro de la cancha. Ahora tú
eres igual que él, te mueves igual que él, saltas, corres por la cancha y
encestas igual que él.
A
medida que yo le invitaba a que se metiera en el papel del gran jugador de
baloncesto, se fue transformado: su cara, gestos, movimientos, incluso cuando
le sugería que encestara hacia un gesto con todo el cuerpo como si estuviera
compitiendo en esos momentos.
Había
resultado. Le había convertido en un adulto y, además, campeón de un deporte
que le apasionaba. Ya era Michael Jordan, ni más ni menos.
Lo
demás fue fácil. Si era un gran campeón, ¿qué campeón se hace pis en la cama
como un niño?
Le realicé
una sugestión hipnótica para que durante la noche, cuando estuviera dormido y
tuviera ganas de hacer pis, su inconsciente, en forma de Michael Jordan, se le
apareciera y le despertara. Para que este jugador le acompañara por el pasillo
hasta el cuarto de baño, donde estaría con él mientras hacía pis, conversando tranquilamente.
Después, le llevaría de vuelta a la cama, tapándole y dandole una palmada de
felicitación porque ya era un adulto. Jordan le felicitaría por sus progresos
como adulto y como jugador de baloncesto en el equipo al que pertenecía.
Y así
acabó este jugador de baloncesto con la enuresis de un muchachillo de nueve
años.
Meses
después vi a la madre, que estaba muy contenta. Me trajo al gabinete una caja
de Rioja y un queso de la Mancha.
Por
cierto, pensé en llamar a Michael Jordan para compartirlo pero deseché la idea.
Los deportistas de élite deben cuidarse mucho y no hubiera podido apreciar en
lo que vale un vasito de buen vino y un trozo de buen queso.
Preciosa y curiosa historia, gracias por compartirla.
ResponderEliminarhermosa historia Dr. Horacio. Gracias por compartirla. La terapia de hipnosis tiene todos los recursos que pueden ayudar en éstos casos, pero sin duda la gran sensibilidad de ud. para empatizar con el chico, es lo más valiosos de ésta historia.
ResponderEliminarreciba un beso y un abrazo. Coral.
Muy buena aportación Horacio. Y que verdad la que cuentas, cuantas personas recurren a la hipnosis cansados de la psicología. Sin quitarle mérito a la psicología.
ResponderEliminarUn saludo, Paco vara.
Hola Paco:
ResponderEliminarEn efecto, la Psicología oficial está limitada, sobre todo por mantenerse en el orgullo y soberbia de no reconocerlo.
Sería mucho más creativo y eficaz para ellos y sus pacientes que exploraran en estos aspectos de la terapia, como lo hacemos los profesionales "legos" de la hipnosis.
Tendrían doble ventaja:
1. sus propios métodos.
2. nuestros sistemas de abordaje.
¿Qué les pasa? La mitomania y engreimiento de creerse que saben más por tener un papel colgado en la pared que pone "psicólogo"
La mayoría no lo son... lástima.
Hola Coral:
ResponderEliminarSí, ésa fue la clave, empatizar... hacernos un poquito cómplices pero contándole cosas que fueran ciertas, de lo contrario podría descubrirme alguna mentira. Estos chavales son muy sensibles y captan cuando uno no es sincero.
Un beso y abrazo tambien para ti.
Que tengas un bonito fin de semana junto a tus seres queridos.
Hola Teresa:
ResponderEliminarAhí estuvo la clave, en empatizar, ponerse en el lugar del otro.... simplemente apelé a experiencias reales... y luego pense: ¿Qué me gustaría que me hicieran o aconsejaran a mí si estuviera en el lugar de este muchacho?
Lo demás viene por añadidura.
Un saludo.
Cuando se empatiza desde el corazón, la terapia propicia llega sola.
ResponderEliminarGracias maestro por tus enseñanzas
Lna
Lna:
ResponderEliminarEntre todos compartimos y nos enriquecemos. Gracias por tu comentario.