Cadenas


Uno tiene ya demasiados años sobre sus espaldas como para pretender vender una imagen falsa de la hipnosis, una imagen sensacionalista de una técnica que vendría a ser la mágica respuesta a todos los problemas de la vida.
Tras décadas de experiencia me atrevo a plantear que la hipnosis terapéutica es un sistema de comunicación extraordinariamente eficaz y orientado a influir en el individuo que demanda ayuda. Ni más, ni menos.
La hipnosis, el trance hipnótico, es un ejemplo evidente de que las palabras pueden curar. El poder de la palabra, del verbo, radica en que puede influir poderosamente sobre zonas corticales y subcorticales del cerebro, de tal manera que permite la curación o liberación de miedos, fobias y otros trastornos psicosomáticos que empobrecen la calidad de vida del individuo.
Sí, sin ningún género de duda y siempre que haya un contexto apropiado, la palabra cura. La palabra, la sugestión que la palabra provoca, desencadena reacciones físicas que permiten al individuo salir del agujero oscuro de la negatividad y verlo todo con una nueva mirada, cambiando también su modo de interactuar con los demás.
Lo más interesante de todo es comprobar que la hipnosis es, efectivamente, una técnica, un método esencialmente psicológico: una herramienta poderosa para promover y aumentar la autosuficiencia e independencia en cada persona.
El profesional de la terapia usará hábilmente las palabras, ideas y sugestiones pertinentes para conseguir resultados específicos en función de la meta demandada por el paciente. Comunicación para un cambio positivo.
Esta comunicación depende, por tanto, de la capacidad de influir en la persona. Nada, por otro lado, que no ocurra en otros procesos de comunicación que vivimos a diario como, por ejemplo, un programa de televisión que nos hace llorar porque nuestro equipo de fútbol ha perdido, mientras también podemos pasar indolentes por una calle junto a un perrillo medio muerto de hambre.
La peor de las comunicaciones es la del que está mal relacionado consigo mismo. Tiene la autoestima por los suelos, se desprecia y termina por desarrollar una actitud totalmente negativa y muy resistente a todo posible cambio interior.
Éste es el campo en el que se practica la terapia hipnótica
Y en este contexto siempre es pertinente explicar la verdadera capacidad y alcance de la hipnosis. Siempre conviene aclarar lo que realmente podemos esperar de ella, ajustando a la realidad las expectativas, haciendo ver que no se pueden prometer curas o logros milagrosos.
-              Sólo le puedo hipnotizar si usted se hipnotiza a sí mismo; sólo le puedo ayudar si usted se ayuda a sí mismo.
Es cierto que el cliente debe dejarse guiar por el clínico que le está enseñando cómo cambiar sus estructuras psicológicas causantes de sus miedos o traumas condicionantes… pero siempre tiene en última instancia total control y puede terminar la sesión hipnótica cuando escucha que el profesional dice o sugiere algo incoherente o fuera de lugar.
Con esa confianza y esa colaboración leal, la terapia hipnótica logra la emergencia de actitudes nuevas, de ganas y confianza de hacer una nueva vida, de romper con las cadenas.
Para acabar este escrito quiero centrarme, querido lector, en este concepto de romper las cadenas. Porque si es totalmente cierto que cuando uno rompe sus cadenas es libre… es igualmente cierto que la libertad no siempre es como uno la imaginaba. Y a veces eso asusta y todo el camino recorrido gracias a la hipnosis puede venirse abajo, como ese preso recién salido a la calle que delinque para volver a la cárcel porque ése es el mundo que conoce.
El problema de las cadenas es que, aún siendo cadenas, pueden acabar creando hábito. Y puede que uno se libere pero sienta un vértigo insuperable y acabe buscando esas cadenas de nuevo.
-              Es que yo soy así, es que todo me pasa a mí, es que soy un desgraciado/a, es que mi vida es una porquería y no va a cambiar nunca, es que algunos nacen con estrella y yo estrellado/a, es que esto es inevitable.
Por eso, porque he escuchado esto muchas veces, advierto, sólo puedo ayudar con la terapia hipnótica a quien se quiera ayudar primero a sí mismo, a sí misma. Y una vez desplegadas las alas, cada cual debe ser capaz de volar por su cuenta.
-              Sólo le puedo ayudar si usted se ayuda a sí mismo.
Si usted quiere, le garantizo que no hay mejor técnica que la hipnótica. Pero tiene que querer usted.
Así de duro, así de simple.
Así de maravilloso.
Si quiere, yo le puedo ayudar. Pero depende de usted.

3 comentarios:

  1. ¡¡Gracias por la última terapia Horacio!! Aún continúo "indagando". Ha sido muy, muy positiva. Un abrazo.

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  2. Magnífica entrada, amigo Horacio, que muestra tu experiencia y sabiduría bien curtida en horas y horas de sesiones hipnóticas, que muestran el dicho popular de que «A quien no quiere, ni Dios puede curarle».
    Es una tentación (¿muy humana?) lo de querer que algo 'mágico', ajeno, externo a uno mismo, venga a solucionarnos la papeleta, costándonos lo menos posible a todos los niveles.
    Y aunque la hipnosis magnifique, potencie o acelere ciertos procesos, estos hay que pasarlos, atravesarlo, recorrerlos. Procesos que parten de Uno y retornan, al final, a ese mismo Uno; pero con otra mirada, otra comprensión.
    Gracias, Horacio, por compartir todo lo que compartes en este blog.

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  3. Ufffff, cómo das en el clavo, tienes una puntería fina...., así fue mi maravillosa experiencia,

    Gracias Horacio

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