Hay dos hechos incuestionables en la vida: el nacimiento y la muerte. Así que, una vez que ya hemos nacido, lo único que tenemos seguro en la vida es que ésta se acabará más tarde o más pronto. Tenemos que morir. Nos lo dijeron los antiguos sacerdotes mayas cuando dejaron escrito en sus códices: “Sólo unos momentos, sólo unos minutos estaremos en la tierra, que bueno, que bueno, que bueno”.
Para la mayoría de la humanidad lo más angustiante es la espera. Mientras que llega esa hora final el ser humano trata de vivir una vida de ilusión, se engaña a sí mismo con fantasías y hace caso omiso al fatal destino, convencido de que a él nunca le va a afectar.
Pero siempre hay algún momento, en medio de ese engaño, en el que se cuelan entre nuestras neuronas unos ligeros rayos de luz, dándonos un poco de conciencia, recordándonos el inevitable final. Y es en esos momentos cuando, para no sucumbir ante una angustia de neurosis existencial, el ser humano trata de pensar o de creer en la posibilidad de una existencia más allá de la muerte física. Surge el pensamiento, la creencia en la posibilidad de otro plano o nivel de conciencia en el que pueda sobrevivir.
Parte de la humanidad acepta como dogma de fe la creencia religiosa de un cielo o paraíso celestial o, en todo caso, la continuidad de la vida espiritual en otra dimensión.
También podemos contar con otra parte de la humanidad, ésa que se define como más pragmática, la de los fieles hijos de una civilización materialista que sólo pueden creer en un más allá si tienen pruebas evidentes de su existencia.
Casi con toda seguridad, antes o después, nos acontece algún suceso o acontecimiento estremecedor: tal vez un accidente, una enfermedad grave e inesperada o la muerte de un ser querido. Algún hecho que nos pone ante la frontera de la muerte, a la que vemos cara a cara.
Todos tenemos algún ser querido en el más allá y nosotros, antes o después, también iniciaremos ese viaje. Por lo tanto, es menester dedicarse a investigar ese citado viaje que algún día habremos de realizar, independientemente de nuestras creencias.
Mucha gente (tanta ya como para haber despertado la curiosidad de algunos científicos), no sólo ha llegado a las fronteras que separan a la vida de la muerte, sino que las ha atravesado fugazmente. Son personas que han atravesado ese límite y han tenido unas experiencias singulares y trascendentales en sus vidas. Han atravesado ese espacio y luego han regresado a su vida terrenal, narrándonos la experiencia de una vida o existencia después de la vida física. Los pioneros en estas investigaciones fueron la doctora Elisabeth Kübler-Ross y el doctor Raymond Moody, entre otros.
Tampoco quiero dejar de señalar que también ocurre que, en otras ocasiones, un profundo recuerdo emerge con fuerza de lo más interno de la memoria, como queriendo evocar algo cuyas raíces intuimos muy profundas. Es entonces cuando la experiencia hipnótica de vidas pasadas nos hace hundirnos en recuerdos de otras existencias previas, anteriores por tanto a la actual y de las que, sin embargo, también nos vemos y sentimos protagonistas principales.
Me estoy refiriendo a dramas y tragedias, historias que desfilan ante nuestra memoria consciente estrechamente vinculadas con alguna parte de nuestra personalidad cuyo origen y hasta existencia ignorábamos. Aquí tenemos, con la llave que abre historias desconocidas pero profundamente nuestras, otra de las virtudes del trance hipnótico.
Para quien no lo ha experimentado, es como si de repente se pusiera en marcha un proyector de la mente, por el que vemos desfilar otras vidas, en otras épocas, lugares y situaciones. Los hay que se ven quemados brutalmente en hogueras, predicando en alguna sinagoga o templo, como artesanos, amas de casa o soldados combatiendo en alguna terrible guerra.
Cualquiera de estos sucesos los experimentan millones de personas en occidente. Aunque ciertamente es en oriente donde están más familiarizados con dichas experiencias, por su cultura y tradición religiosa. En todo caso, es innegable que el occidental comienza a descubrir en las últimas décadas que gran parte de los sistemas de conocimiento anteriormente despreciados por los hombres de ciencia son de una gran trascendencia en la vida de muchas personas.
La ciencia académica materialista y newtoniana, con su visión puramente pragmática y escéptica, ha visto estos asuntos de la conciencia y del espíritu humano con cierto rechazo, hasta con burla en algunos casos. Los define como experiencias interiores, subjetivas y fantasiosas. Es decir, se limita a explicarlos como una simple alucinación de los sujetos, utilizando argumentos que simplemente tratan de tapar la tremenda ignorancia de quien los utiliza. Goethe ya lo dijo: “El que se ríe de lo que desconoce, lleva camino de convertirse en un perfecto idiota”.
En Occidente la muerte es el final, la desintegración de la identidad personal de cada uno. Sin embargo, para millones de orientales es la oportunidad que se nos brinda para que el alma individual pueda escapar de la ilusión (Maya) y expandir nuestra conciencia con la naturaleza divina (Atman-brahman).
Afortunadamente, parece que el interés por la reencarnación y por los temas espirituales es cada vez más intenso en occidente. Hablar de regresiones hipnóticas a vidas pasadas es algo que comienza a resultar familiar para muchos, para todos aquellos que buscan técnicas o terapias capaces de resolver sus miedos, complejos y traumas. Cada vez son más los profesionales de la salud, como psiquiatras, psicoanalistas, psicólogos y psicoterapeutas en general, que recurren a la antigua técnica hipnótica como poderosa herramienta de cambio y solución de problemas psicológicos y hasta físicos.
Por lo tanto, mucho ganamos y nada perdemos si nos dejamos de teorías y pasamos a la práctica: "El inconsciente es como el viejo marinero, en cuanto le invitamos a ello con un buen vaso de vino, siempre está dispuesto a contarnos sus propias y antiguas historias".
Eres un feriante y un chorizo; estás tratando a personas enfermas mentales y sacándoles el dinero sin miramientos ni escrúpulo alguno, y lo sabes; ¡¡¡Pagarás, sinvergüenza!!!
ResponderEliminarAnónimo:
EliminarAcostumbro a hablar con personas, es decir, aquél o aquella que no tiene miedo a dar la cara y que defiende sus planteamientos con ideas, con argumentos, con inteligencia.
Si decides interpelarme como persona, estaré encantado de debatir contigo sobre el apasionante mundo de la hipnosis.
Hola Horacio,creo que el fanatismo es parte de una condicion humana,muy enraizada en los tiempos,como esa persona que te comento arriba,quisas tenga alguna fijacion por alguna doctrina inducida que como todo dogma,no puede expandir su mente,o por atrofio de la misma,o porque su doctrina espiritual lo tiene enjaulado en ese pequeno circulo religioso o quisas ateo,no lo se,pero lo que tu estas diciendo es una realidad mas grande que un templo,pues las evidencias existen y nosotros en nuestras profesiones lo hemos experimentado,hasta hoy en dia es simplemente una suposicion,pero llegara el dia que se logre un consenso,quisas yo no lo vea,pero en esa direccion avanzamos,tu y yo sabesmo como muchos,que vamos a tener muhcas personas de esta indole,timandonos de falsante,pero recuerda que roma no se hiso en un dia,tenemos que darle tiempo al tiempo e ignorar a estas personas de poco sentido comun y de mente estrecha,no merita la pena dialogar con ellos,de no ser que se sometan a un enjuague cerebrar y sabemos que eso no va a pasar,porque estan aferrado a du dogtrina dogmatica,con esto te digo,que adelante con las investigaciones e ignora a los estupidos,que ellos solo se ahogan es su propio jugo,bendiciones y que Dios te siga acompanando en tu ardua labor ,que asi.
ResponderEliminarLUIS PEREZ HIGNOLOGO CLINICO Y TEOCENTRICO (mistico Rosacruz)
Hola Luis:
EliminarTrabajamos desde la honestidad y en función de lo que hemos visto que es lo mas práctico (eficiente y eficaz) para intentar ayudar al que, cansado o frustrado de lo oficial, demanda nuestra ayuda...
Yo no estoy en contra de lo oficial, si está ahí será por algo y para algo, vamos, digo yo... estoy en contra de aceptar como dogma de fe lo que son simplemente prejuicios y críticas o descalificaciones de los que nunca han practicado la hipnosis regresiva sobre sí mismos y sobre los demás. Esos son unos ignorantes llenos de envidia y prejuicios cretinos, que esconden su ignorancia simplemente, aunque ellos lo disfracen con esa extraña y misteriosa palabreja: "ciencia". Siento darles a los clínicos una mala noticia: nada, absolutamente nada en el campo de la Psicología, de la mente, es científico...
Esto es tan evidente y demostrable que no merece más comentarios
Un cordial saludo Luis
Te deseo suerte, salud y trabajo en lo que te guste hacer, que no solo de bellas intenciones vive el hombre.